La Compañía de Jesús de Valladolid celebró la fiesta de los santos y beatos jesuitas en la Iglesia del Corazón de Jesús en la misa de 20.15h. La eucaristía especial congregó a las comunidades jesuitas y a una representación de la familia ignaciana, acompañada por el Coro Nueve y Cuarto. Fue una celebración de acción de gracias por el ejemplo de muchos compañeros que han engrandecido la compañía mínima de hace 500 años. Y fue la ocasión para orar para que sus pasos guíen nuevas vocaciones. También la oración de Adora y Confía del jueves 7, a las 21h. pedirá especialmente para que su santidad sea fuente de inspiración y consagración a la Compañía.
La eucaristía fue concelebrada por siete jesuitas y presidida por el Alberto Plaza, delegado de la Plataforma de Castilla y León. Le correspondió a Lucas Alcañiz compartir su reflexión en la homilía. Como miembro del equipo de Promoción Vocacional, Lucas ahondó en la vocación y llamada que sintieron sus predecesores, estímulo hoy de nuevas vocaciones. De ahí la dedicación de este día a rezar por futuras llamadas. “Es algo que nos interesa a todos, no solo a los jesuitas”, dijo. Y a continuación dio cuatro razones por las que esta oración es importante para todos:
- Con el nacimiento de una vocación nueva se nos pone una pregunta delante que es posible que nunca se haya planteado a Dios con franqueza: ¿Señor qué quieres de mí? ¿Qué puedo hacer por Ti? Situarnos ante Dios y pedirle que tome las riendas de nuestra vida nos hace bien a todos. Rezar por las vocaciones nos los recuerda.
- Cada vocación nueva nos recuerda que Jesús es el Señor. Ante un joven que deja familia, casa, proyectos para seguir a Jesús más de cerca no podemos ser indiferentes. Comprobamos que ante cada nueva vocación Jesús anda suelto y pone nuestra vida patas arriba. Esto nos interesa a todos: Dios actúa en nuestra vida.
- Mediante los votos de obediencia, castidad y pobreza, cada vocación nueva nos recuerda que todas nuestras relaciones -con el dinero, con el trabajo, con el ocio o con el prójimo- están llamadas a confrontarse con la radicalidad del Evangelio. Las renuncias para consagrar su vida al servicio de Dios, nos obliga a preguntarnos si de verdad solo Dios basta.
- Sin vocaciones al sacerdocio no podríamos celebrar la eucaristía, ni tampoco podríamos recibir el perdón que procede de Dios. ¿Cómo sería nuestra vida sin compañeros que nos han precedido que dijeron ‘sí’ a la manera de la Virgen María y de los apóstoles? ¿Qué sería de nuestra vida sin la eucaristía, sin el sacramento de reconciliación?