El colegio San José, Centro Loyola y la iglesia del Corazón de Jesús celebran de manera especial la ordenación diaconal de este 4 de febrero de Rodrigo Sanz Ocaña. Antiguo alumno, miembro del centro de pastoral universitaria y participante de las pascuas urbanas, Rodrigo se ha ordenado en una celebración universal: once compañeros de distintos países, entre ellos Javi Bailén que también ha vivido en Valladolid un tiempo durante su formación.
Un día especial para Rodrigo porque el compromiso adquirido hoy abarca dos dimensiones muy en sintonía con su vocación jesuita: proclamación del Evangelio y servicio a los vulnerables. Para llegar hasta aquí muchas personas, encuentros, servicios, amigos y famliares han contribuido a creer en lo que hoy le mueve más que nada. Aquellos años en el Centro Loyola le adentraron en el amor a la Palabra y en el sentido del servicio a través del voluntariado. Mientras, de vez de en cuando, las visitas esporádicas de su tío jesuita Chicho Ocaña, desde Latinoamérica, le proporcionaban bonitos encuentros familiares, de celebración y acogida al hombre admirado de vocación misionera. «He aprendido que ser jesuita es más que ser adorado. Es vida oculta, estar con Dios, callarte las cosas» .
Villafranca de los Barros, Roma, Madrid y después del verano, París, su próximo destino. Allí estudiará Liturgia en el Instituto Católico de París para proyectar su futuro desde la Pastoral de los colegios. Como que todos estos años de formación culminan hoy y empiezan hoy con un envío renovado. «Hice Derecho porque no quería ser profesor de Historia», confiesa sorprendido de que en su proyecto de vida ha interferido la vocación jesuitas para despertar otros talentos suyos. El año próximo, si Dios quiere, Rodrigo celebrará su ordenación sacerdotal.