Seleccionar página

Primera misa de Rodrigo Sanz Ocaña en su parroquia, una elección muy meditada

Plataforma
mayo 28, 2024

«El segundo fin de semana de junio de 2024 va a ser muy intenso. Y no sólo porque sean las elecciones al Parlamento europeo, sino porque el sábado 8 seré ordenado sacerdote en Madrid, y el domingo 9 celebraré la primera misa en Valladolid. Soy muy consciente que no es el final de una carrera, ni un objetivo en sí mismo. Pero tampoco se puede negar que es uno de los grandes momentos de mi vida como jesuita, comenzada el 4 de septiembre de hace 10 años, cuando cogí el tren en Valladolid para entrar en el noviciado en San Sebastián.


Cuando me paro y echo la vista atrás, es imposible no dar gracias. Sobre todo cuando descubro con cuánto cariño me ha tratado Dios desde siempre, dándome una familia inmejorable que desde el principio se ha preocupado por mi formación integral. Por eso desde los 6 años he frecuentado la iglesia que tienen los padres agustinos en el paseo de los Filipinos, la parroquia de San Agustín.


Mucha gente me ha preguntado por qué, siendo antiguo alumno del San José, o habiendo ido casi toda la vida a misa de 21.15h a Ruiz Hernández, no celebraba la primera misa en uno de esos dos sitios. Y reconozco que la elección no ha sido fácil, y espero poder celebrar allí otros días.

Pero la primera misa he querido que sea en la parroquia, porque entronca con las raíces de mi vida: alli se casaron mis abuelos, mis tíos y mis padres. Allí fui bautizado. Allí recibí la primera comunión y la confirmación. Allí celebré mi primera confesión. Allí he ido a misa entre diario cuando empecé a discernir la vocación, mi abuela no faltaba ni un día a la misa de 13h, y entre sus pasillos he jugado, he reído, he tomado chocolate y hecho teatro mientras en las catequesis me enseñaban quién era Dios. La fe que mis padres sembraron fue regada en esa parroquia, aunque floreció más tarde; por eso veo que tiene mucho sentido poder presidir allí mi primera eucaristía, que es acción de gracias por tanto bueno recibido.


Desde que se lo comenté al párroco, puso todo a mi disposición, haciéndome sentir verdaderamente en casa. No dudó en cambiar los horarios, permitiéndome así poder celebrar desahogadamente a las 13h. Todo al servicio de que podamos dar gracias a Dios juntos porque esto es una historia compartida.


Junto a mí, en el presbiterio, estarán mi tío Chicho, jesuita también venido desde Honduras, y mis compañeros y amigos jesuitas que deseen acompañarme en esta celebración tan emotiva. Vendrán muchos familiares, amigos del colegio y del Centro Loyola, pero también otros desde Sevilla, Salamanca o Villafranca de los Barros que he ido haciendo a lo largo de este tiempo como jesuita. De hecho, los monaguillos serán dos antiguos alumnos que tuve en Villafranca. Habrá gente con la que he colaborado en París, en Madrid y en otras partes de España, vecinos de mi casa, parroquianos, y supongo que no faltarán los curiosos.

Entre todos iremos celebrando al Dios de la Vida, pudiendo participar todos a través de las lecturas (que serán las del domingo), las peticiones, las canciones (vendrán representantes del Coro Nueve y Cuarto), etc.
Algo que he querido añadir personalmente es el rito de la aspersión, que sustituye al rito penitencial al inicio de la misa, y nos recuerda nuestro bautismo.

¿Qué mayor sentido que, en la parroquia donde fui bautizado, ayudar a que todos se sientan parte de la Iglesia gracias a su bautismo? Por la ordenación recibida el día antes, se me constituye sacerdote para estar al servicio de toda la Iglesia, y eso ha de comenzar desde el principio. Sacerdote no por selección ni separación, sino por proximidad a la gente, caminando juntos, construyendo Su Iglesia.