Domingo del Corpus Christi. La iglesia de Corcos del Valle de Valladolid está llena y rebosante. Muchos familiares, compañeros jesuitas, amigos en el Señor y vecinos del pueblo disfrutaron con Alberto Cano de su primera misa. Después de su ordenación, el pasado 11 de junio en Bilbao, este día es el más especial de su vida religiosa. Es el primer partir y compartir el pan y el vino en presencia de tantas personas queridas y compañeros de vida. Mientras, en el fondo, suena la banda sonora que le acompañará a lo largo de su futuro jesuita. Músicos amigos y lectores que han formado parte de su camino de la Medicina, de la amistad y de la Compañía: Icíar Usategui (médico de Valladolid), Óscar Cala (jesuita estudiante de Teología en Madrid) y María Civeira (médico de Zaragoza). Las peticiones se reservaron para su madre, Gloria Arenas, su amigo de Valladolid, José Miguel Mozo y su compañera em La Paz, María González.
La lectura del domingo, el Evangelio de Lucas 9,16, “Jesús, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo”, tejió la homilía, construyendo un mensaje de presente y de futuro de gratitud y de esperanza: “Alzar la mirada, levantar la vista, mirar a lo alto… es hoy un gesto fuerte, de esos que provocan. Alzar la mirada al cielo es un gesto retador para todos porque nos coloca ante una pregunta crucial: ¿soy capaz de mirar más allá de mí mismo?; o, en otras palabras, ¿hay mundo fuera de mí? Pero al mismo tiempo es también un gesto tremendamente entrañable, de esos que nos hacen volver al hogar. A ese hogar que, de modos muy distintos, es cierto, creo que para cada uno de nosotros es Dios”.
La mesa estaba preparada para acoger a tanta gente. Llegaba al final de su homilía hilando las palabras de los Corintios, “haced esto en memoria mía”, a sabiendas de que su compromiso sacerdotal le llevará cada domingo en la eucaristía a comer el pan y beber el vino como el modo humano de vivir en Jesucristo. “Pues que ahora”, finalizó, “al comer del mismo pan partido, nos sintamos unidos quienes somos distintos. Ojalá nos dejemos llevar de nuevo a ese mismo hogar que es Dios. Y ojalá nos atrevamos a alzar la mirada a ese mismo cielo que nos habla de dignidad, de servicio, de entrega y de perdón”.