Atalaya Intercultural comienza el año con la renovación del equipo directivo. Por una parte, el relevo al frente de la presidencia, asumida por el jesuita Tomás Gaitán, miembro de la Comunidad de Hospitalidad jesuita de Burgos. Sustituye a Joaquín Barrero SJ, actualmente afrontando otras responsabilidades para la Compañía de Jesús. En la coordinación de proyectos pasa el testigo a María Medrano, voluntaria de la asociación desde hace cuatro años, en sustitución de Fernando Millán. Nuevos miembros de dirección para nuevos retos que fueron presentados hace unos días a todos los voluntarios. Es una etapa más del momento de reestructuración de Atalaya con cambio también en la vocalía: Jaime Burgos es sustituido por Salvador Galán SJ.

Ambos son conscientes de las dificultades y asumen el desafío sostenidos y agradecidos por sus antecesores y en especial, por un gran equipo de voluntarios, por los técnicos contratados, por los socios de Atalaya -Asociación de Antiguos Alumnos del colegio de la Merced, el Monasterio de San Pedro de Cardeña, Cónfer Burgos, CVX y la Compañía de Jesús en Burgos- y también por el apoyo demostrado de la sociedad burgalesa. “Vivimos tiempos complicados y entusiasmantes ante la realidad inmigrante”, explicaba el nuevo presidente. “Los últimos acontecimientos acaecidos con relación al Ayuntamiento de Burgos son una muestra de ello”, reconocía Tomás.



La realidad pide adaptación, cambio y creatividad y el nuevo equipo sigue la línea. “La disminución de las congregaciones religiosas que en su día iniciaron este proyecto, lleva a pensar en otras fórmulas que nos permitan garantizar la sostenibilidad de Atalaya en el tiempo. Y todo sin perder el espíritu o la mística que la hizo posible”.
Desde la junta directiva hay gran interés por cuidar los proyectos, su financiación. Si bien el cuidado del voluntariado es prioritario. La nueva coordinadora se plantea tender puentes entre voluntariado y órganos de decisión de manera que la comunicación fluya para mayor conocimiento y apoyo. “Deseo también cuidar a nuestro personal contratado para que puedan seguir haciendo un trabajo excelente que redunde en beneficio de nuestros usuarios”, dice.
María Medrano recuerda cómo le atrajo, y hoy todavía le atrae, la alegría que se respira nada más atravesar la puerta. “Es curioso que en un lugar al que asisten tantas personas que están sufriendo profundamente se perciba tanta alegría, pero es así. Creo que es una alegría heredada de todas las personas que han pasado por allí, algo que se transmite entre trabajadores, voluntarios y usuarios. Al poco tiempo de llegar ya estás contagiado”.
Por esa alegría y por el acompañamiento a personas migrantes, Tomás y María asumen el proyecto con la esperanza de proteger esa alegría y de continuar el servicio y la misión para la que han sido encomendados.