
Lucas Alcañiz SJ pidió públicamente por el novicio que se despide después de un mes viviendo en su comunidad, Alberto Madrid. Estas palabras de gratitud y de esperanza sonrojaron al joven jesuita. Ante ese protagonismo involuntario, agachó la cabeza y Lucas le dirigió su mirada y le invitó a compartir con la comunidad de la misa de nueve y cuarto esta petición aterrizada en él mismo y a la vez, plegaria universal: una vida consagrada a la Compañía de Jesús fecunda y plena. Así fue su despedida en la iglesia y después, los regalos y agasajos que riegan de recuerdos la vida compartida. Con la Pascua, Alberto retoma su formación en Bilbao.
“Las experiencias te van colocando en situaciones que nunca piensas”, decía Alberto. Sonaba premonitorio aunque en realidad se refería cómo aquel Alberto economista, empleado en bancos y volcado en ambiciosos proyectos presupuestarios, iba configurando poco a poco un Alberto de profunda vocación religiosa y en el camino de Ignacio de Loyola. Primero fueron los Ejercicios Espirituales, después el mes de hospital y este abril, el mes de comunidad. La vida entre compañeros de vocación que han configurado su propio camino. Una convivencia convertida en estímulo para saber que el día de mañana será él quien configure su propio camino: “Me gusta la economía y creo que en cierta forma este Alberto economista no se diluye y lo pongo al servicio de la misión”.
Su experiencia en Valladolid ha sido rica, “hay una gran diversidad de obras”, reconoce. Y así el tiempo de Alberto en esta ciudad ha pasado por aquellos lugares donde la misión de esta Comunidad Apostólica tiene depositadas sus energías. El ámbito educativo, como el colegio San José y Cristo Rey; en la pastoral universitaria, haciéndose presente en el Centro Loyola y la Pascua Urbana y acompañando a Lucas y Carlos Maza en la transmisión de la fe en el momento crucial de su vida. En la cárcel, acompañando a Pesca en su pastoral penitenciaria…. “Estoy muy agradecido porque se me han abierto las puertas de las aulas y de los despachos. Hay una gran variedad de personas comprometidas con la misión”.
La convivencia en la comunidad de Ruiz Hernández reconoce que enriquece mucho en la formación jesuita. Compañeros en la misión que gozan de edades ya muy avanzadas y les abre a una relación intergeneracional. “Desde el principio de la formación tenemos muy presente a los mayores, su cuidado, incluso pasamos por la enfermería”, comenta Alberto. Para él, esta relación demuestra que la fe cohesiona a los jesuitas y les hace sentir parte de la Compañía universal allá donde se encuentre. Este Lunes de Pascua vuelve a Bilbao y el año que viene cursará Filofofía en Roma con la lección de la vida en comunidad aprendida con la experiencia de Valladolid.