Mamadou llegó de Guinea como otros jóvenes buscando oportunidades y un futuro. La pandemia pilló a este joven de 23 años sin hogar, y durante el confinamiento su refugio fue el albergue municipal de Valladolid. Para él, recién llegado y aprendiendo español, la búsqueda de empleo es casi imposible, pero en Red Íncola encontró un espacio donde fue acogido, para formarse y normalizar su vida fuera del albergue. Guiado por María Miranda, el acompañamiento en este tiempo ha sido vital, por el apoyo emocional y el acceso a los recursos: desde junio ha ido participando en diferentes cursos -español, informática, orientación para la mejora de la empleabilidad- y se le motivó para acudir al centro intercultural de Calor y Café. Ha recibido apoyo para hacer frente a todas las dificultades que iban surgiendo. El empadronamiento fue el que más le preocupó.
Al mismo tiempo que Mamadou estaba en Valladolid, en Burgos, los jesuitas iniciaban un discernimiento tomando la decisión unánime de emprender un ilusionante proyecto de hospitalidad. La experiencia se concreta, no solo en la acogida de personas migrantes en la comunidad, «sino en ayudar a quien es extranjero a integrarse en otra tierra y otra cultura”.
Uno de los valores de trabajar en red es identificar oportunidades y sumar esfuerzos, como ha ocurrido en Atalaya Intercultural y Red Íncola. Hace un mes Mamadou viajó a Burgos para encontrar un nuevo hogar, siendo el primer joven acogido en la nueva comunidad de hospitalidad “y esperamos poder acoger a alguno más en las próximas semanas”, explica Joaquín Barrero SJ, superior de los jesuitas en Burgos.
Los jesuitas de Burgos están viviendo la experiencia con ilusión y consolación convencidos de que “la hospitalidad es la expresión cristiana de la acogida del Otro”.