La Comunidad de Hospitalidad de los jesuitas de Burgos sigue creciendo en cuerpo y alma. Se agranda en número. A los diez jesuitas que comparten misión y vida en la calle Molinillo se han sumado 14 jóvenes de origen migrante. Dos de ellos ya llevan un par de años integrados en la vida comunitaria y desde este mes de enero, otros doce residen en el primer piso del edificio reformado para acogerles. La hospitalidad también ha ensanchado el corazón de la comunidad, que late con gratitud. Los jesuitas viven la acogida como regalo y coherencia con el proyecto de la Compañía. “Recibimos más que lo que damos”, dicen. Y los jóvenes migrantes la viven como la gran oportunidad de una vida digna después de pasar por mil vicisitudes y duras pruebas desde Argelia, Senegal, Ghana y Marruecos: travesías en pateras, vida en la calle o en albergues.
Ahora ha comenzado el ramadán. El ritmo ha cambiado en la casa, no las responsabilidades a las que están llamados: todos van a clases de español a Atalaya mañana y tarde y algunos completan su formación con cursos de Informática y de Construcción. Como la mayoría profesa la fe musulmana la cocina está paralizada. El único joven cristiano de esta nueva comunidad, de Ghana, sube a comer con los jesuitas. Los demás, acuden a una de las cuatro mezquitas de Burgos en la puesta de sol para compartir con la comunidad musulmana la oración y la cena, después muchas horas de ayuno. “Hemos encajado estupendamente”, reconoce Joaquín Barrero, superior de la comunidad, y la implicación es unánime”. Hace unos días tuvieron la primera reunión juntos, un encuentro que reveló el buen ánimo compartido.
La entrada en Molinillo conecta con los locales del Centro Ignacio Ellacuría. Los burgaleses que participan de la vida de este centro también comparten de alguna manera la acogida de los nuevos residentes. Una conexión transformadora dentro y fuera de la casa en la que Atalaya Intercultural tiene un papel fundamental, de sensibilización con las otras obras de la Compañía de Jesús en Burgos: Colegio, Iglesia de la Merced y Centro Fe – Cultura. Así lo vive y lo comenta el coordinador de Atalaya, Fernando Millán. También está siendo clave la colaboración de las CVX y de los Antiguos Alumnos y el trabajo en red con otras entidades sociales y religiosas de Burgos y de la Plataforma Apostólica de Castilla y León. Una realidad que da esperanza, en medio del duro y arriesgado drama migratorio.