La comunidad ignaciana de Castilla y León celebra como cada 31 de julio, la fiesta de San Ignacio de Loyola. Las tres eucaristías de la Plataforma Apostólica -Salamanca, Burgos y Valladolid- congregaron a la gran familia que se siente unida por la espiritualidad y el legado del fundador de la Compañía de Jesús. Unidos en el corazón, como recordaba José Ignacio Rodríguez en la iglesia Corazón de Jesús de Valladolid.
El superior de la comunidad de San José presidió la eucaristía. Varios jesuitas le acompañaron, representantes de las comunidades de Valladolid, con la asistencia de Antonio Ocaña, jesuita destinado en Argentina, en la iglesia jesús Nazareno de Corrientes. Para todos ellos los Ejercicios Espirituales son la obra maestra, el legado que da sentido a su espiritualidad creyente y modo de hacer de Ignacio de Loyola y de quienes siguen sus pasos 500 años después. Principalmente porque los Ejercicios Espirituales enseñan a orar, a hablar con Dios, ejercicio que distingue al cristiano. Desde el principio, los EE guían hacia la entrega en todo amar y servir. Un camino que arranca desde la contemplación y convencimiento de que Dios ama incondicionalmente: «Es lo primero que recibimos»; explicó José Ignacio. Un reconocimiento que invita a imitar en su generosidad y agradecer tanto bien recibido. Desde ahí solo cabe la pregunta ¿qué puedo hacer por ti? «El cristiano puede rezar de verdad el ‘tomad señor y recibir’ por gratitud, porque se entrega aquello que Él dio primero.
La ecuaristía del 31 de julio también es la oportunidad aprovechada por los jesuitas para dedicar unas palabras de gratitud a quienes comparten su misión y pedir que esta colaboración continúe siendo estrecha y fructífera. AMDG