Seis años en Salamanca dejan su poso. Teodoro García SJ se despide de este destino y mira su nuevo horizonte: Oviedo. Asturias forma parte de su pasado en Gijón, y ahora será su lugar de destino para trabajar en el colegio San Ignacio y colaborar con la pastoral de la Plataforma Apostólica. Previamente, antes de pisar de nuevo el Principado, realizará el curso inmersión en Manresa. Un futuro de nuevos destinos y nuevas caras que comenzará el 31 de agosto. Hasta entonces, como dice él, permanecerá al pie de obra. Gracias Teodoro por compartir esta reflexión de vida en la ciudad charra.
A finales de agosto de 2015 emprendí dirección a mi nuevo destino en Gijón tras diecinueve años vividos en Valladolid. Recuerdo el desgarro sentido en la estación de Campo Grande al ver que dejaba atrás un periodo intenso de vida, y quemando todas las naves, iniciaba una nueva andadura. Agradezco profundamente a los provinciales que me han permitido abrirme a nuevas personas, experiencias y realidades, que he experimentado como gracia de Dios.
Valladolid, Gijón y Salamanca configuran mis tres destinos como jesuita tras la etapa de formación. En los tres destinos he trabajado en educación: docencia, gestión y pastoral, fundamentalmente en Primaria y Secundaria. En cada lugar y momento he aprendido algo nuevo. Y lo agradezco.
En estos últimos seis años en Salamanca mi tarea principal ha sido la atención a los jesuitas de la comunidad, y de una manera especial a los ancianos y enfermos. Cura personalis, atención al Cuerpo de la Compañía en sus miembros más necesitados. Estar cercano y disponible para aquellos a los que me han confiado. Lo resumiría en cuatro verbos: acoger al que llega, escuchar cuando te requieran, cuidar cuando se necesita y despedir. La puerta de mi despacho siempre ha estado abierta para quien lo precisara.
La cercanía a nuestros mayores es una dedicación muy gratificante. Me devolvieron “cien veces más”. También dura. Convivir con el debilitamiento o la enfermedad, acompañar el dolor y el “adiós” nunca es fácil. En esto seis años han pasado ante mí las vidas entregadas de muchos compañeros, su sinceridad profunda me ha hecho mucho bien. He reído y compartido mucha vida con muchos de ellos, y esto es gracia del Señor. Una cosa he practicado este periodo: la agenda me la han ido marcando otros.