Una mano sostiene dos cuerpos incompletos que tratan de surgir de una masa marmolada. Una metamorfosis de una corteza áspera pero porosa, a una cascarilla más lisa, pero igualmente porosa. El autor narra el paso de una piedra informe a un cuerpo reconocible. Gracias a la combinación de una mano creadora y a la libertad de movimiento, se revela, no sin esfuerzo, el contorno de dos cuerpos humanos.
Ese choque suave de dos figuras que se abrazan y pulen mutuamente. Dos cuerpos que emergen y crecen juntos.
¿De qué nos sirve observar una pieza dotada de belleza? ¿Aporta algo imaginar toda esta escena? ¿Tiene utilidad recrear una narración de lo que ya está teologizado, escrito y representado? ¿Puede llevarnos este ejercicio a inventarnos a Dios? ¿La ganancia de capacidad simbólica nos puede ayudar a acercarnos al Misterio?

El segundo fin de semana de marzo, Fe y Desarrollo reunió un grupo de 22 personas para participar en un encuentro de Arte y Contemplación de la mano de Bert Daelemans SJ. Una propuesta que nos acercó a la vulnerabilidad de Dios, del hombre y la mujer y del mundo. Un recorrido a través de cuadros y esculturas que nos hicieron asomarnos a la espiritualidad de autores de otros siglos, que no dista tanto (en el fondo) de la contemporánea.
Para terminar las dos jornadas, una contemplación a través de la atención y la observación de una obra centrada en la creación y en el abrazo. Una invitación a dejar que Dios hable a través de los sentidos y el discurrir de la escena.
Después del ejercicio surgieron temas como la vulnerabilidad: una verdad que solo puede ser experimentada a través del cuerpo; que requiere percibir la capacidad de ser transformado en un amasijo propio o, al menos, cercano. Descubrir una herida que se vuelve bisagra entre Cristo y nosotros, entre unos y otros. Por eso nuestra vulnerabilidad no es solo frágil, es una capacidad orientada al encuentro del otro.
Por lo mismo, el arte no es un rincón estético y cómodo, sino también profético, porque nos invita a salir de nuestro propio cuerpo y nos descubre caminando hacia otros para sanarlos, para acortar distancias, para que encuentren oportunidades allí donde las estructuras sociales les privan, una y otra vez, de ellas…
Estamos llamados a ser imagen y semejanza, a abrirnos a esa vulnerabilidad y a ese abrazo. De la misma manera que Dios, en el momento en el que realiza la acción de crear, abre una brecha a la vulnerabilidad, nosotros nos volvemos cocreadores y vulnerables. Puede que por eso el cuerpo de Cristo se represente una y otra vez; porque nos recuerda que creemos en un Dios vulnerable que no esconde las heridas ni siquiera en el Resucitado.
Teresa García Corona