Las Comunidades de Vida Cristiana de España (CVX) celebran este año su 40 aniversario. Muchas historias compartidas a lo largo de este tiempo entre hombres y mujeres que han encontrado en la espiritualidad ignaciana el sentido de sus vidas y que les une al resto del mundo con el gesto del compromiso universal. El primer fin de semana de julio, cientos de representantes de CVX del país se han reunido en Madrid, entre ellos de Valladolid, Salamanca y Burgos. El momento clave ha sido la eucaristía, concelebrada por el cardenal Carlos Osoro, el nuevo provincial de la Compañía de Jesús en España, Enric Puiggròs, SJ, y su antecesor, Antonio España, SJ. Una celebración muy especial aprovechada para que ocho miembros de CVX expresaran públicamente su compromiso universal, tres el permanente y cinco, el temporal. Entre ellos se encontraba Guillermo Cordero, miembro de CVX Valladolid desde hace 30 años y el único de Castilla y León en esta ceremonia (el primero por la derecha de los tres laicos).
Para Guillermo fue una alegría compartir esta «confirmación» entre tanta gente, aunque reconoce que no era su deseo inicial. En su horizonte estaba celebrar con su comunidad y en la pequeña capilla de San Ignacio el sentido de pasar «a tinta» ese compromiso escrito hasta ahora «en lápiz». Pero la ocasión lo merecía. Era la primera vez que tanta gente, llegada de tantos puntos del país y algunos representantes de Europa, así como los asistentes de CVX España, Seve Lázaro, y mundial, José de Pablo, eran testigos de un compromiso personal con dimensión universal.
Guillermo ha crecido prácticamente a la vez que CVX. Vive con esperanza su principal sombra: la falta de vocación joven, un «sufrimiento» compartido por el resto de la iglesia. Hay nuevas incorporaciones, pero no de gente joven. Conscientes de esta realidad, CVX tiende puentes a MAGIS y acompaña periodos formativos de jóvenes en búsqueda de su sentido de vida. Y comparte la alegría de una de sus grandes luces: la universalidad conquistada. Para él, a lo largo de este tiempo y gracias a una acción abierta a la iglesia – como el Taller de Oración, el Reloj de la Familia, la danza contemplativa o la misma misa de Nueve y Cuarto, se ha incorporado a la espiritualidad ignaciana creyentes que no necesariamente han crecido en esta espiritualidad como los antiguos alumnos de los colegios jesuitas. «Hemos ganado en diversidad, pluralidad y una mayor conexión con la iglesia», apunta.
El aniversario continúa celebrándose. En octubre tendrán un encuentro en Celorio, la guinda de 40 años compartiendo fe y vida.