El Centro Ignacio Ellacuría celebró el pasado jueves un coloquio bajo el título Colombia, No hay vida que no nos duela. El diálogo comenzó con un minuto de silencio por todos los fallecidos en el conflicto colombiano. “Si por cada víctima tuviéramos que guardar un minuto de silencio, tendríamos que callar 17 años”, comentó el primer invitado, el jesuita colombiano Stivel Toloza. Toloza vive en España cursando su última etapa de formación jesuítica en Salamanca (Tercera Probación). Quiso compartir todo lo que siente por su país, su experiencia en todo lo que le implica habitar Colombia: “En ocasiones he preguntado delante de Dios por qué no había nacido sacerdote en otro país, Canadá, en Finlandia, en Caracas, y por qué me puso a batallar la vida y aprender de la vida en un país tan particular como es Colombia”.

Stivel habló de la ruptura total de la dignidad del ser humano y de la crisis espiritual que atraviesa su país. Y mostró las caras de esta crisis: un país traumatizado que ha agotado la llama de la esperanza y de seguir adelante en paz. “Nos hemos acostumbrado a la capacidad frívola de la muerte”, decía. Un país pobre al que se le suma el elemento de que todos los días hay que luchar para sobrevivir. “El precio de sobrevivir es pisar la vida del otro, de mi hermana o de mi mismo porque me entrego con mucha facilidad”. Stivel habló de otro rostro de la crisis espiritual: la desconfianza y un profundo miedo. Un miedo que toma las armas, una desconfianza que dibuja a la juventud un horizonte sin futuro.
Le acompañó Luis Escribano, el psicólogo burgalés, político del PSOE, comprometido con la sociedad ostentando en su trayectoria profesional cargos públicos. La experiencia de Estivel como coordinador de área de juventud de Colombia le ha llevado a dialogar, conocer y aterrizar en la realidad pura y dura del país.
Este interesante encuentro se transmitió en directo por youtube a través de este link.